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     Humo

By Friedrich Perschak

Hoy no fue un buen día, desde la mañana estuvo todo complicado. Me desperté pensando en ellas, en Clara y Márika. Creo que soñé con Clara, con su cara blanca pálida, con su cerquillo rubio, recto, como se usaba en los 70s. 

 

Hasta que no hablé con mi hermano y me contó, no quedé tranquilo. 

 

Clara vivía en Bratislava, Márika aquí en Montevideo. Eran húngaras. Aún no entiendo muy bien cómo hacían para poder viajar a visitarse o ir juntas a visitar a un sobrino que tenían en Chicago. Cómo dejaban entrar a Clara en Estados Unidos y cómo dejaban entrar a Márika en la Checoslovaquia comunista, a ella que venía desde una dictadura militar. Pero sea como sea Clara pasaba con nosotros mucho tiempo. Otra cosa que no entiendo es por qué siempre volvía a su ciudad, que siempre la describía como fría, triste, vieja, negra, destruida y solitaria. Por qué no se quedaba aquí en Montevideo. 

​

Una vez fuimos con mi padre a buscar a Márika al aeropuerto. Se había ido de viaje y había demorado mucho más de lo planeado en volver.  

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Hacía calor. Subimos a la terraza a ver el avión aterrizar y el viento y el ruido del avión hacían imposible estar allí.  

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La vimos aparecer en la puerta del avión y bajar por la escalera para luego caminar hasta el edificio. Llevaba un tapado de piel rubio, como ella, estaba muy flaca, como si viniera de un campo de concentración. Nunca la había visto así. No traía una bolsa de regalos como era su costumbre.

 

Solo venía ella, con la cara triste, fría, vieja y destruida.

 

En el auto hablaron muy poco con mi padre y en alemán, así que hasta que no llegamos a casa y le contó a mi madre no me enteré que Clara había muerto. Tuvo una pulmonía. No sobrevivió al frío, a la falta de calefacción y de medicamentos del sistema médico comunista.  

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No sobrevivió, a pesar que estaba Márika allí con ella. 

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